jueves, 2 de mayo de 2013


En la quietud de la noche con Oscar




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Información

Programa radial de 22 a 00 de lunes a viernes por 
Descripción
Programa romantico/latino

viernes, 24 de agosto de 2012


El Hornero
Ni un plumaje colorido, ni un canto melodioso o un tamaño espectacular, ni tampoco un vuelo sostenido podrían dar fama al hornero. Es un pájaro pequeño de unos 54 g de vuelo escaso y no muy rápido.
Tiene ojos, patas, y plumas de color pardo terroso como su nido. Mejor dicho, su plumaje predominante es pardo, es más rojizo en el dorso y blanco en la garganta. Sin embargo la parda y movediza figurita del hornero es bien conocida por los habitantes de América del Sur de donde es oriunda la especie.
En la Pampa Argentina se lo cree de buen augurio y en el Paraguay se le agradece en cierto modo el invento del rancho, ya que la leyenda sobre el origen del nombre Alonso García –como se denomina al hornero- afirma que así se llamaba quién imitando sus nidos, construyó el primer rancho de barro.
Quizás ese nido familiar, y el sentido ejemplar que se le ha dado, expliquen que se eligiera al hornero como “ave de la patria”.
 En busca de alimento 
Con movimientos nerviosos y ligeros, el hornero despliega su andar elegante, levanta una pata para dar un paso, mueve la cabeza hacia delante, a menudo da enseguida una carrerita y picotea la tierra. Una larva, una hormiga, una arañita, serán sus hallazgos, y su alimento.
El hornero se alimenta fundamentalmente de insectos: es un pájaro de régimen insectívoro.
Muchas veces hemos visto al hornero recorrer atento y con paso elástico la tierra mojada por la lluvia. De pronto se queda expectante, con la cabeza ladeada y mirando un punto fijo. Es que unas pequeñas burbujas en el terreno, le anuncian la codiciada lombriz que espera sus crías.
El hornero no huye ante la presencia del hombre. Le es útil permanecer en su entorno pues la tierra removida por el agricultor le facilita la captura de larvas. Este hecho, a su vez, ayuda al hombre de campo que se ve liberado de organismos que constituyen plagas de los sembrados.
  Hábitat
El hábitat del hornero incluye fundamentalmente las sabanas, parques, pastizales y claros de los montes.
El agua es indispensable al hornero y ella determina su hábitat. En tierras húmedas podrá introducir su largo pico al acecho de insectos; con tierra húmeda podrá construir su nido.
El hornero es un ave sedentaria; no migra. Es mansa, se arrima al hombre, se pasea por sus jardines y sus parques y ,como si aprobar ciertas modernidades, se instala en postes de teléfono, o vecinos a embalses y represas
Molinos, tanques de agua y pozos de las viviendas favorecen su instalación.
Elegido su ámbito, el hornero se esmera en defenderlo. Como el chajá, como la lechuza y como el tero, conocidos vigilantes de la llanura pampeana, el hornero emite sus gritos de alarma ante cualquier movimiento o ruido que pueda indicar la presencia del zorrino, la comadreja o cualquier otro depredador.
Esta actividad de centinela, así como la de nidificación, búsqueda de alimento, entrenamiento de las crías, se llevan a cabo durante el día, pues durante la noche se refugia en los árboles para el descanso.
  Canto a dúo
 Aunque no especialmente melodioso, el hornero es un cantor notable. El canto acompaña al cortejo y a la relación de pareja y se emplea para delimitar territorio.
Macho y hembra casi no se pueden diferenciar visualmente, pues ambos tienen un aspecto muy similar.
En la primavera realiza el galanteo que tiene un comportamiento específico en el cual se destaca el canto a dúo. La pareja se enfrenta batiendo las alas, con la cabeza erguida y sacando pecho; cuando comienza el canto, las alas quedan colgando, el cuello queda extendido y con la cola abierta. Enfrentados entonces, comienza el canto a dúo.
El canto a dúo no es exclusivo del galanteo, pues cantan así también para reconocerse cuando están cerca del nido, para mantener el vínculo o para avisar el regreso durante la incubación al compañero que a quedado dentro de aquel.
Los horneros viven en parejas –algunos afirman incluso que las uniones duran de por vida–compartiendo las actividades inherentes a la construcción del nido, la incubación de los huevos, la obtención de alimentos y el cuidado de los pichones.
Otro tipo de canto perfectamente individualizado es el canto alternado de los machos cuando les disputan su territorio. Su canto es entonces un contrapaso.
 El nido
 El nido ha definido al hornero; su nombre mismo se refiere a él. Y no sólo el que recibe en la Argentina, sino también otros con que se lo denomina en distintas regiones de América: Caserito, Casero, Albañil, João–de–barro.
En épocas de nidificación, las glándulas salivales del hornero se hipertrofian y garantizan una mayor secreción que ayuda a humedecer el material.
Muchos lugares encuentra apropiado el hornero para levantar su nido. Pueden construirlo en sitios inesperados para nosotros, como por ejemplo en vasijas abandonados o alambres de púas, y a veces en otros francamente insólitos.
El tipo de terreno y la abundancia de lluvias deciden la construcción del nido en cuanto de ellos dependen la obtención de los materiales y la duración de la tarea. Casi siempre el casal tarda entre 6 y 8 días para levantar el nido, pero si hay sequía la labor requiere cuatro días más y varios otros en el caso contrario, cuando la humedad es excesiva (en terrenos pantanosos demora 15 días).
Llegado el momento propicio y elegido el lugar, el casal pone manos a la obra o mejor dicho el pico, porque con éste amasa el barro que constituye la materia prima por excelencia, a la cual agregan ramitas, raicillas, semillas pequeñas, crines de caballo, pajitas, y restos de hojas.
El nido tiene dos partes: (“tiene una sala y tiene alcoba”como dice el poema de Leopoldo Lugones) una cámara anterior, separado por un tabique de la posterior o cámara de incubación o de cría.
Se construye en tres etapas. En la primera se realiza la base. Cuando el espacio elegido para el nido es plano, hacen un círculo con el barro; si es una rama van poniendo barro a los costados hasta formar un disco cóncavo. En la segunda etapa se levanta la pared colocando el barro desde el centro del basamento y en el círculo, de manera que el diámetro se va estrechando a medida que la pared asciende hasta cerrar la bóveda y deja una abertura que funciona como entrada. En la tercera etapa, en la cual el hornero trabaja desde dentro del nido y mirando hacia fuera.
Faltan ya unos pocos detalles: alisar las paredes internas a picotazos o frotando con el pecho y recubrir el piso de la cámara de incubación con pajitas y plumas para asegurarse que sea mullida y cálida.
El nido está listo. Es firme, sólido y con una distribución realmente adecuada.
A partir de entonces se lo cuida con esmero, reparándolo cada vez que sea necesario.
Los nidos de hornero abandonados son a menudo aprovechados por otras especies, en este caso por un jilguero.
 La reproducción
En octubre, por lo general, la hembra deposita en el nido cuatro huevos muy simples, sin dibujos ni brillo, blancos y ovoidales. Los horneros hacen dos posturas por año.
Ambos, macho y hembra, se ocupan de incubar los huevos. Mientras uno de ellos incuba, el otro parte en procura de alimentos, anunciando su regreso a su compañero por medio del canto.
Quince días lleva la incubación, nacen entonces los pichones, indefensos, sin plumas, y con los ojos cerrados, de los padres dependen totalmente la preservación de su vida.
 Cuando nacen las crías
Nacieron las crías indefensas y el ajetreo continúa tanto o más que antes. Aumentó la demanda de alimento y la pareja nuevamente comparte la búsqueda de larvas y gusanos para lo pichones, a quienes dan de comer directamente en el pico.
Durante esta primera etapa, los pequeñuelos no abandonan la cámara de incubación. Las crías se convierten entonces en un pajarito barullero, cuyos gritos inexpertos intentan imitar la de sus progenitores, que ya limitan a dejarles el alimento en la entrada del nido.
Tanto los pichones como sus padres abandonarán el nido definitivamente. Por lo general, el casal adulto empezarán a edificar un nido nuevo para la cría futura, siempre cerca de la anterior, y las crías formarán pronto su propia pareja y construirán sus propios nidos, vecinos de sus padres.
El hornero se vale de un canto especial para advertir al invasor y presenta pelea si éste ignora su derecho. Los combates son frecuentes y a menudo con la participación de hasta cuatro contendientes.
Éste, por ejemplo, persigue con gritos y picotazos al intruso hasta alcanzar el límite de su territorio, donde a su vez lo atacan otros horneros que lo sienten como un invasor.

Sonidos del Hornerito
http://www.oni.escuelas.edu.ar/2003/LA_PAMPA/362/Hornero%20archivos/HORNERO.mp3


miércoles, 11 de abril de 2012

Añadir leyenda

                    Te ame y te amare siempre mamita Betty

martes, 1 de noviembre de 2011




(Para mayores de 30) ME CAI DEL MUNDO Y NO SE POR DONDE SE ENTRA
    Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.. No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales. ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo. ¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida! ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces. ¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII) No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios. Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo. Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín. Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!, o envoltorio de los huevos. Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'. Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa. Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden matarlos apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!! Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado. Eduardo Galeano, periodista y escritor Uruguayo








jueves, 13 de octubre de 2011

Una Fábula


LA FÁBULA DEL PELOTUDO:

Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el pelotudo del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y recibiendo limosnas. Diariamente, algunos hombres llamaban al pelotudo al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor tamaño, pero de 1 peso. Él siempre agarraba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y éste le respondió: - Lo sé, no soy tan pelotudo, vale la mitad, pero el día que escoja la otra, el jueguito se acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:
La primera: Quien parece pelotudo, no siempre lo es.
La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos pelotudos de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos
La cuarta: (pero la conclusión más interesante) Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan los demás de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo. MORALEJA: "El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser pelotudo delante de un pelotudo que aparenta ser inteligente"